Me gritaba cosas, palabras que caían al vacío. Las pocas monedas que encontré en su billetera ahora destilaban luz desde su palma extendida. No sé para qué me las mostraba, quizás temía que hubiese olvidado cómo eran. Olvidado el sabor de la tentación, ¿quién sabe? Algún otro lo hubiera juzgado conveniente, esto de guardar las apariencias. Yo no. Después de todo, las posibles consecuencias se reducían a escuchar este sermón y a una vida de vergüenza. Como si me importara. Sólo sé que las vi y me sonrieron de vuelta, lunas llenas bañadas en oro. Y yo nunca había podido tocarlas, comprobar si pesaban tanto como prometían. Cupieron justo en mi bolsillo. Curiosamente, en su mano también. Se veían a gusto, como si nunca hubieran conocido el calor de mi mirada. Por algún motivo, pensé en Lucía, y cuando la mano finalmente se cerró sobre las monedas, sentí el aguijón del recuerdo en mi garganta.
A Lucía tampoco la volví a ver.
A Lucía tampoco la volví a ver.
Victoria Marambio – Segundo Medio A
1 comentario:
Encuentro muuy bkn q esti escribiendo, Vicky.... Lei tambien el cuento tuyo que salio en la revista impresa y ese me ENCANTO. Este me gusto el estilo en que estaba escrito pero a modo de crítica constructiva, está bien no darle todo al lector y dejar ciertas cosas a la imaginación pero parece q aqui te fuiste al chancho cn eso xq yo al menos no entendi casi naaada de la historia en si xD
O quizas solo es que soy un poco challenged... no lo se =)
Saludos!
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